Mercado callejero |
Casi todo el que llega hasta esta
remota población es para realizar un safari por el desierto, pero no
fue nuestro caso. Llegamos hasta aquí para admirar la belleza de
esta ciudad, cuyo color dorado hace que se funda con el imponente
desierto de Thar.
Rompiendo la monotonía del paisaje se
encuentran mujeres con sharis y hombres con turbantes de vivos
colores, que se muestran encantados de entablar conversación con los
turistas, sobre todo los vendedores, que siendo temporada baja tienen
mas tiempo disponible de lo normal. Así, tomamos un par de chai (té)
con dos vendedores muy simpáticos, y nos compramos algún que otro
recuerdo.
La arenisca del desierto flota
constantemente en el ambiente y el calor, a estas alturas, ya empieza
a apretar.
Uno de los principales reclamos de la
ciudad es su fuerte, cuyo interior, aún habitado, alberga la ciudad
vieja, se alza cercano a el mercado de Bhatia. También se encuentra
el palacio Maharaja Mahal, ademas de varios templos jainistas e
hindúes. Perderse por sus callejuelas laberínticas es muy fácil,
pero no es muy grande, por lo que se puede recorrer fácilmente a
pie, acabando, no se como, siempre en la plaza principal.
El problema es que hay mucha gente que
vive en el fuerte (el 25% de la población del casco antiguo), y
junto con la gran cantidad de restaurantes y hostales que hay por el
turismo, deriva en que poco a poco, debido a todo el de agua que en
él utilizan y al mal estado de las cañerías, este se está
hundiendo. Además el olor que desprenden las cloacas abiertas se
hace bastante difícil de soportar en algunos puntos.
Tras dos días, dejamos Jaisalmer para
encaminarnos hacia otra ciudad del desierto. Nos espera otro duro camino hasta llegar a Bikaner.