El Templo Shaolin y las grutas de Longmen

Nos trasladamos hasta Louyang. El viaje esta vez lo hacemos en autobús. Y que autobús! Viajamos con todos chinos. Hay equipaje por todos lados, y el olor no es demasiado agradable. Tras casi 6 horas (pensábamos que eran 4) llegamos a nuestro destino.

Louyang es un lugar agradable en el que quedarse un par de días. Dispone de un mercado gastronómico nocturno y no hay que dejar de perderse por sus callejuelas del casco viejo.

También es un buen punto de partida para visitar el templo Shaolin que se encuentra en el monte Song Shan y es considerado el lugar de nacimiento del kung-fu.

En los alrededores del mismo hay escuelas donde se puede ver a jóvenes practicando.

Aunque es complicado, debido a la gran cantidad de turistas que hay, el lugar transmite tranquilidad. Hay que dejarse envolver por el paisaje e intentar viajar atrás en el tiempo e imaginar como sería la vida en este lugar antes de ser convertido en una atracción turística.

Aquí, además, pudimos presenciar una actuación de kung-fu.

Cercano al templo se encuentra el bosque de pagodas, un cementerio con 246 pequeñas pagodas. Cada una contiene las cenizas de un gran maestro Shaolin.

Continuamos nuestro camino hacia las Grutas de Longmen, según parece, una de las pocas tallas budistas en roca que todavía se conservan en China. Se pueden ver más de cien mil imágenes de buda esculpidas en la roca.

Realmente son impresionantes. Uno se puede imaginar el tiempo y el trabajo que supone realizar una obra de tal envergadura. Eso si, la gran mayoría de las figuras fueron decapitadas durante la revolucion cultural.

El próximo objetivo, ¡subir una montaña sagrada!