Battambang y Kompong Cham

Llegamos a Battambang, una pequeña ciudad ribereña situada a 3 horas de Siem Reap.

Atraídos por uno de sus principales atractivos, “el tren de bambú”, que consiste en una plataforma ultraligera construido de dicho material y propulsado por un pequeño motor. Cuando coinciden dos de los trenes hay que desmontar uno de ellos para que el otro pueda pasar. El recorrido que realiza es de una media hora, hasta un pueblo cercano, donde pudimos dar una vuelta, acompañados por una pequeña lugareña que nos hizo de guía. 

Con nuestro conductor en el tren de bambú

En los alrededores de Battambang visitamos el Phnom Sampeu, una pequeña montaña que subimos a pie y en cuya cumbre se pueden visitar una serie de templos ademas de disfrutar de unas vistas estupendas.

Cercano al lugar se encuentra las cueva de los asesinatos de Phnom Sampeu. Se accede a ella por una escalinata y en la misma hay un Buda tumbado junto a una vitrina donde se encuentran algunos de los huesos y calaveras de victimas de los Khmeres rojos.

Prasat Banan

Phnom Banan es otro de los templos cercanos a Battambang. Tras subir 358 peldaños se accede al Prasat Banan, un templo con cinco torres, que dicen recuerda al de Angkor Wat por la forma en la que están colocados. Tanto mientras se asciende como en la cima, en los alrededores que están llenos de vegetación, pudimos ver más de un cartel que alertaba del peligro de minas (al igual que en Vietnam todavía quedan minas sin desactivar por Camboya).

También es posible visitar algunas de las cuevas que hay cercanas al templo. Así, y acompañados de nuestro conductor, llegamos a una de ellas, que pudimos explorar con un señor que había en la entrada con unas linternas. Nos mostraron en el interior una zona en la que se veía escavado el principio de un túnel, y nos contaron que antes, muchos jóvenes atravesaban kilómetros y kilómetros de la cueva por este lugar hasta llegar a Tailandia.

Para todo esto contratamos un tuk tuk, que por tan solo 12 dolares nos llevó a todos estos lugares (tardamos unas 7 horas). Ademas el conductor era muy agradable, con un inglés aceptable que nos habló un poco de su vida y nos dio a probar uno de los platos tipicos khmeres, consistente en arroz glutinoso con judías pintas y leche de coco cocinados al vapor en un tubo de bambú. Es un poco empalagoso y muy económico.

El pueblo en sí es bastante rural. Paseando por él es posible ver algunos wat, el mercado y poco más. Por la noche apenas hay iluminación en la calle. Aún así, por todo lo contado antes, merece la pena pasar allí un par de días.

Satisfechos con lo visto, tomamos rumbo de nuevo hacia Phnom Penh, ya que debido al año nuevo chino no disponían de billetes para el destino que queríamos, por lo que nos sugirieron intentáramos comprar los billetes directamente desde la capital. Tras cambiar de opinión unas cuantas veces por fin decidimos dirigirnos hacia Kompong Cham, tomando rumbo hacia el noreste.

¿Por qué está ciudad? Básicamente porque se encontraba a medio camino de nuestro próximo destino. Aun así, aprovechamos uno de los días que estuvimos allí para visitar un curioso puente. Construido en bambú todos los años, durante la estación seca comunica Kompong Cham con Koh Paen, la isla sin automóviles. En bici, recorrimos buena parte de ella, no si al menos repetir unas 50 veces “hello” a los niños y lugareños que nos saludaban constantemente. El paseo es agradable, un camino bordeado por casas, tras las cuales, en algunos puntos, es posible divisar los campos de cultivo.

Puente de bambú

También, pedaleando bajo el sol abrasador, llegamos a un templo que daba la sensación de estar abandonado. Vimos a un mono merodeando y pudimos escuchar la cantidad de murciélagos que habitaban en su interior. Ni un sólo turista. El lugar tenia un encanto singular.

Abandonamos el lugar dispuestos a explorar lo que definen como la autentica Camboya.