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Amritsar y el Templo dorado

3 may 2012

Tras unas 12 horas de autobús llegamos a Amritsar, población situada en el estado indio de Punjab y muy cercana a Pakistán.
El mayor templo de culto siji se encuentra aquí, el Templo dorado. 

El lugar es mágico. Una pasarela conduce hasta el templo, de dos pisos, que se sitúa en el centro del estanque. En su interior, cuatro monjes emiten los cánticos que llegan a los peregrinos a través de los altavoces. De forma rectangular, es posible rodearlo al son de estos cánticos siguiendo la marea de gente que allí se encuentra.
Al igual que los musulmanes deben peregrinar a la meca al menos una vez en su vida, los sijis deben peregrinar de la misma forma a, como ellos lo conocen, Harmandir Sahib.
Es por esto que todos los días y a todas horas está abarrotado de gente, ya sea haciendo cola para acceder al templo, sentados resguardándose del calor, o bañándose en sus aguas.

Realmente es uno de los templos más bonitos que he visto hasta el momento. El dorado del templo situado en el centro contrasta con los blancos edificios que lo rodean, de la misma forma que los turbantes coloridos de los peregrinos contrastan con los edificios blancos. Es fácil quedarse prendado de este lugar.


Los hindúes, no se si celosos, realizaron una replica del mismo. Es conocido como el Templo de plata, por las puertas de acceso al templo. Por lo demás, la composición es la misma, pero en versión bastante más “cutre”. Lo bueno, es que casi no hay gente, por lo que se puede rodear prácticamente en solitario y en silencio. Se agradece no tener que andar pendiente de esquivar a la gente.

Ceremonia en la frontera
Para poner punto y final a la ciudad, nos acercamos hasta la frontera de Attari, donde todos los días al atardecer, al cierre de la frontera indo-pakistaní, se realiza con un espectáculo multitudinario.
Tanto a un lado como al otro de la frontera, tanto civiles como soldados muestran su orgullo patriótico. En el lado hindú, que es el que nosotros más podíamos ver, niños y niñas, y los no tan niños corren hasta la frontera pakistaní portando la bandera hindú, bailan al son de la música y vociferan lo que supongo son palabras como “viva india”, porque entender no entiendo ni una palabra.
Soldados con cara de muy cabreados pegan patadas al aire, hasta casi pegarse con ellas en la frente, antes de acercarse con cara de mas cabreo todavía hasta el borde fronterizo. Así, se repite esta acción en varias ocasiones, tanto a un lado como a otro, para finalmente bajar ambas banderas al unisono, ni una antes ni una después.

Pensaba, antes de ir, que no íbamos a estar más que “cuatro guiris” viéndolo, pero es increíble la cantidad de gente que se reúne en ambas partes. También hay varias medidas de seguridad para entrar. No se puede entrar con bolsos y hay dos controles, separados hombres de mujeres.

El lugar es menos hindú de lo que hemos visto hasta el momento, hay mucha gente que parece pakistaní y aquí las vacas no se dejan ver por la calle.
Nos dirigimos a otro punto “no tan hindú”, Dharamsala, a alejarnos unos días del calor de estas fechas.

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